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¿Por qué nos gustan las etiquetas?

Actualizado: 28 sept 2020


Hace unos días el gobierno nos enteró de una nueva fase de la pandemia del SARS-COV-: dice que entramos a La Nueva Normalidad.


¿Qué significa eso? Hasta el momento y después de más de una semana del aviso, el concepto no deja de ser una construcción gramatical desafortunada; ni en el mismo gobierno atinan a definir con claridad que quisieron decir; en el ámbito federal existe un personaje con aires de deidad (lo cual le hace competencia al incompetente que vive en Palacio) que usa la frase como si se tratara de lo más obvio, despreciando los cuestionamientos y pregonando mentira tras mentira desde el púlpito que le prestan todos los días a las 7 de la noche.


Reitero


Aún no existe una clara idea de qué significa esa frase, esta nueva etapa. Aventurando una idea de acuerdo a lo que se ha visto en estos días, se pueden observar algunas pinceladas de lo que “quisieron decir”.

A pesar de los esfuerzos propagandísticos de los voceros a sueldo del gobierno tanto federal como local para vender la idea de que existen cosas de fondo que han cambiado y que ello es sustancia de la “nueva normalidad”, los casos y datos recientes no solo de las consecuencias de la pandemia, sino de los otros indicadores que parecía habían quedado marginados, dan un golpe fortísimo de realidad.

La publicidad no es suficiente


El número de homicidios y feminicidios aumenta a pesar de que en teoría hay menos gente en las calles; los indicadores económicos, aquellos que nos demuestran un nivel aceptable de crecimiento y desarrollo, siguen a la baja, no existe una política clara ni de contención ni de recuperación por parte del gobierno federal, y menos aún por parte del gobierno local que es caja de resonancia de las decisiones de Palacio. El número de homicidios y feminicidios aumenta a pesar de que en teoría hay menos gente en las calles; los indicadores económicos, aquellos que nos demuestran un nivel aceptable de crecimiento y desarrollo, siguen a la baja, no existe una política clara ni de contención ni de recuperación por parte del gobierno federal, y menos aún por parte del gobierno local que es caja de resonancia de las decisiones de Palacio.


Por ello es que se puede decir casi con total certeza que este membrete de la Nueva Normalidad, no es más que la manera rimbombante de describir el FRACASO de un proyecto que no ha entendido la enorme responsabilidad de ser gobierno.

Esto es mas grave en la Ciudad de México

En el anterior DF, porque los personajes YA HAN tenido la responsabilidad de gobierno con otros colores y fracasaron miserablemente.

El “dejar hacer, dejar pasar”, sobre todo a las acciones de SUS grupo de interés, tiene sumida a la Ciudad en un caos que en estos momentos se percibe menor por la restricción de salir de casa, pero la realidad se empeña en demostrar esa incapacidad de “ser diferentes a los otros”.

Son cobardes y miedosos quienes representan la autoridad en, por ejemplo, el uso de la legítima fuerza del estado para controlar a un grupo de vándalos que se dedican a saquear, delinquir, violentar la vida de todos bajo el pretexto de una exigencia de justicia, selectiva por cierto, pues hasta el momento no se han manifestado por el asesinato de un joven en Oaxaca, o el muchacho asesinado en Veracruz.

Son tibios...


En confrontar respetuosamente, con ideas, al presidente, para reactivar la economía local. Son mediocres al hacer uso de sus facultades legales para contener los contagios, no cumplen con su OBLIGACIÓN esencial de darle seguridad (en todos ámbitos) a la población. Un desastre en el gobierno. La nueva normalidad entonces, no es más que una pantalla, maquillaje gramatical para tratar de esconder el fracaso de una política que engaña, miente, traiciona como lo ha hecho desde hace más de 2 décadas al menos en esta Ciudad, Primero los Pobres, es verdad, y para ello el plan es que TODOS seamos pobres (en todos los ámbitos) para que ellos sean los “salvadores impolutos”.


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